La necesidad de la luz va cambiando con la edad

Como una ventana con los cristales sucios

La razón de esto es mecánica: A medida que se envejece el cristalino y la retina van perdiendo su funcionalidad. Lo más normal es que el cristalino amarillee y, por lo tanto, no permita el paso de la suficiente luz. A medida que se envejece, se pierde gradualmente la sensibilidad y la agudeza visual. Esto puede compararse con mirar por una ventana con los cristales sucios. Simplemente se debe aumentar la intensidad lumínica del lugar para satisfacer las necesidades visuales y así mismo, como consecuencia natural, también las necesidades biológicas asociadas al ritmo circadiano. Una persona de 40 años necesita el doble de luz que una de 20, mientras que una de 60 necesita cuatro veces más luz.

Cuando la normas son insuficientes

Por lo tanto, hay muchas razones para poner la lupa en los requisitos de la norma en relación con quienes estarán en los locales que se van a iluminar. ¿Se trata de una escuela de primaria y secundaria? ¿Se trata de una oficina? y en caso afirmativo: ¿cuál será la franja por edades de todo el personal? ¿Se trata de un hospital o un centro de asistencia sanitaria (por ejemplo, una residencia para ancianos) donde el personal y los residentes tienen necesidades especiales? La investigación demuestra, entre otras cuestiones, que las personas afectadas por la demencia podrían beneficiarse de una iluminación especialmente diseñada para ellas. Por esta razón, y ya en la fase de planificación es importante que los propietarios, inquilinos, empresarios y otros responsables de la actividad consideren la edad y las necesidades de iluminación de los usuarios en relación con las actividades que van a llevarse a cabo.

Con el concepto Human Centric Lighting simplemente situamos a las personas en el foco de atención.